Sexta parada: Bangkok
Texto y fotos: Familia Seco Ros
La ciudad de Blade Runner, de James Bond, de los mil rascacielos, del río, del sky train, de los mil centros comerciales, del Palacio Real, de las vistas infinitas, de los mil colores, del caos organizado… Esa era Bangkok, esa ciudad moderna y antigua repleta de lujo y sencillez.
El luto por el rey muerto lo pudimos notar a lo largo y ancho de nuestro viaje, pero en Bangkok era otra dimensión. El respeto y la devoción por quien había cambiado la vida de una nación entera se respiraba en cada esquina, lo que les hacía aún más grandes como pueblo y como personas. El amarillo y el negro habían tomado la ciudad.
Descubrimos que la ciudad tiene varios ejes. El río que trae las riquezas y la vida, la Venecia de Asia, frente a los templos, es un lugar donde no se puede pescar por lo que cuando dejas caer un poco de pan miles de carpas te rodean sin temor. Los más antiguos del lugar se bañan bajo sus casas para que sus pecados vuelvan al río de la vida. Casas abandonadas, casas restauradas, casa que son tiendas, tiendas que eran casas, un orden desordenado y un desorden ordenado.
Bangkok son mil ciudades en una y seguro que ni teniendo mil años podrías verlas todas. Eso sí, lo que no se venda en Bangkok, simplemente no existe. Puedes perderte dentro de un centro comercial y perder la noción del espacio-tiempo.
Bangkok tiene muchas cosas únicas, pero quizás el Sky Train sea la más característica, añadiéndole un nivel más a esta infinita ciudad y la única manera de poner orden en semejante caos y escapar del atasco. Parecía tan sencillo como el metro, pero no, dimensionar aquí es complejo, aunque quizás para un niño es más sencillo de lo que podríamos pensar. Mientras los mayores intentábamos situarnos, Marcos sin dudarlo nos indicó el camino con una seguridad pasmosa, dejando enmarcada otra lección que nos enseñó Tailandia: escucha a todos, no sabes quién te puede ayudar.
Otro de los momentos inigualables que no tiene precio y que ofrece la capital es darse un baño en una piscina del piso 11 con la ciudad a tus pies, pero si a eso le sumas una cena en el rooftop es imposible no tener un día perfecto.
Parecía que ya nos habíamos acostumbrado al picante, pero la vida te sorprende con situaciones trágico-cómicas. Entre risas y ocurrencias combatimos los calores en una cena fantástica; muy picante pero fantástica.
Los 3 mayores nos habíamos ganado una cerveza y algo de música, y qué mejor que disfrutar de un Tuk Tuk y el Patpong Night Bazar, la mezcla de bares, compras, música y antros. Lo que horas antes era una tranquila calle casi abandonada, se transformó en un submundo en el que cada uno le pone sus límites. Por aquí habían estado, entre otros, James Bond, Indiana Jones y todos los aventureros que habían perseguido los misterios de Jade. ¡Rock y Birras! ¡Y cacahuetes para disfrutar de la película de la vida!
Bangkok, además de ser ese precioso caos, también era cultura y tradición. En su Palacio Real se respiraba eso y mucho más. Después de casi un año, su pueblo seguía guardando luto y las colas para poder darle su último adiós seguían estando allí. El que había llevado a Tailandia hacia el siguiente siglo, pero sin olvidar sus tradiciones ni a su pueblo, era homenajeado por sus logros. Custodiado por una guardia digna de la mejor novela de Emilio Salgari daban solemnidad al recinto.
El Templo Real no era como lo demás, ya que quizás era el más estricto en cuanto a su visita. Además pocos eran turistas y no se podían hacer fotos, todo era mucho más ceremonial. Como nos habían enseñado, nos acercamos con educación y respeto, nos sentamos y en silencio saludamos a Buda, cuando una monja budista se acercó a María y la obsequió con lo que supimos más tarde que era un rosario chino de una santa china. La verdad es que quedamos muy impresionados. María era para ellos como un talismán.
Aunque el espectacular día de María no había terminado. Cuando apenas habíamos entrado en Wat Po, un colegio entero entraba detrás de nosotros y como instintivamente la rodearon; quizás porque era la única niña en todo el templo. Fue indiscutiblemente otro momento mágico para ella y para nosotros.
Bangkok incumple las leyes de la física, la química y un centenar de ellas más. La capital, no se acaba en diez vidas, y mira que lo intentamos. Fuimos al mercado de Chatuchak y además de realizar mil compras, disfrutamos de la súper paella de Fernando Yusta, fuimos al Asiatique a cenar y probamos la comida Italiano-Tailandesa, fuimos al Thealicious donde conocimos a Tom un gran hombre, el MBK infinito, el parque Lumpini, Patpong Market, el barrio chino, los canales, los rooftops, hasta un restaurante alemán. ¡Y aun así nos quedaron mil mundos por conocer!
Nuestro último día nos sacó de ese encantador bullicio para llevarnos hacia atrás en el tiempo. Ayutthaya era una joya que había sobrevivido al tiempo, quedándose como apartada del mundanal ruido, donde las tradiciones más antiguas seguían latentes, ya fueran culturales, artesanales o religiosas. Al salir del último templo nos encontramos en medio de una feria artesanal, pero de repente lo importante fue María, Pablo y Marcos. La juventud local quedó impactada con ellos y eran los protagonistas de todas sus fotos como si se trataran de una boys band. ¡Las sorpresas nunca sabes de dónde pueden venir!
Pero el plato fuerte del día fue “Thanatharee”, un antiguo barco arrocero transformado en un yate de lujo desde donde se observa Ayutthaya como seguramente solo lo vieron los antiguos nobles de antaño. Desde el río nos iban saludando de nuevo los templos y los palacios. Saboreando un Manzanilla Ice The nos fuimos relajando en los sofás y dejándonos seducir por el paisaje, sin prisa, sin pausa. ¡Qué gozada de viaje!
Mil imágenes de nuestro viaje nos volvían a visitar mientras nos dejábamos deslizar por ese río eterno, nuestra última noche y nuestras últimas compras nos esperaban en Bangkok. Nos quedaba poco tiempo y mucho que hacer. Teníamos que comprar una maleta más (¡normal con todas las compras que habíamos hecho!) y localizar unos regalos que aún no habíamos podido hacer.
El momento más temido del viaje llegó, ¡las maletas! Parecía impensable pero lo conseguimos en tiempo récord e incluso nos dio tiempo a escaquearnos en pareja y disfrutar de una fantástica Margarita Frozen en el rooftop. Hablábamos poco pero nos lo dijimos todo, los “te quiero” podían palparse en el ambiente. Disfrutamos de nuestra última cena, de nuestro último Patpong, de nuestro último Tuk Tuk.
¡Hasta pronto Tailandia! ¡Gracias por todo! ขอบคุณประเทศไทย
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