Texto y fotos: Arkaitz Arbizu
Bangkok. Esa ciudad llena de “caos” que tanto me apasionó. Cómo poder definir Bangkok en pocas palabras. Es una ciudad llena de contrastes, sabores, gente agradable, simpática, con una rica cultura (sobre todo) budista, llena de espectaculares rincones.
Nada más aterrizar en el aeropuerto de Bangkok, ya se podía apreciar en el ambiente que me encontraba en otra parte del mundo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados en la península. Básicamente, el primer detalle fue que cuando salí por las puertas de acceso al exterior del mismo aeropuerto, ese calor agobiante, junto con ese sudor -que parece que cuando vas a comprar un viaje a Tailandia, venga incorporado en el pack de la compra- se te pega en el cuerpo y hasta que no te vas del país, no lo dejas.
Cuando me trasladaba del aeropuerto hacia el hotel, en la carretera de entrada a Bangkok, pude apreciar lo majestuosa que puede ser una ciudad. Aún sin haber empezado a patearla, ya me enamoró. Ese contraste de edificios enormes y lujosos junto a casitas hechas de madera -que parece que no se puedan aguantar- fue algo impactante.
Una vez instalado en el hotel, era el momento de la acción. Esa acción que llevaba tiempo queriendo disfrutar y que no defraudó en ningún momento del viaje. Bangkok es una ciudad que, a primera vista, parece sucia y echada a perder, una ciudad aparentemente muy oscura con los cableados en las calles visibles a todo el mundo y desordenados. De hecho, tienes la impresión de que cuando a algún vecino se le estropee alguno de esos cables, será imposible para los electricistas elegir el exacto. Pues doy fe de que sucia, para nada. Las calles están muy limpias y, en mi opinión, la higiene está muy presente.
A medida que iba callejeando, me enamoraba cada vez más de la ciudad. Cada rincón, cada minuto que pasas en Bangkok, te envuelve y hace que quieras más de ella en todo momento. Entre los constantes contrastes que puedes observar en cada mirada, te encuentras en una parte de la calle, con un hotel de 5 estrellas y al otro lado, con puestecitos de comida callejera en carromatos que tienen mejor pinta, en ocasiones, que los elaborados platos de un restaurante “chic”. Y a unos precios irrisorios.
Pasear y perderte por los distintos mercados locales es una gran manera de apreciar desde el primer momento esa amabilidad y esa sonrisa que caracteriza a la población de Tailandia (por eso, Tailandia es considerado el “País de la Sonrisa”).
Un mercado que me dejó asombrado fue Talad Neon Market, un mercado nocturno con mucho movimiento de población local donde el turismo todavía no es masificado y donde uno puede sentirse como un ciudadano más de Bangkok. En él se puede disfrutar de una tarde/noche de compras; de una degustación de una rica mariscada, de los famosos saltamontes o de un buen costillar con una calidad exquisita; de una cena con música en directo tomando una rica cerveza Chang o de un buen cubata a una temperatura muy agradable.
Bangkok impresiona tanto de día como de noche. Es una ciudad con movimiento las 24 horas del día. Por el día, me dediqué a hacer turismo por los diferentes y numerosos templos que hay en la ciudad, como el templo Wat Arun, en la zona de Tumburi, uno de los más conocidos, al que llegué después de un paseo en barco por el rio Chao Praya. Este templo se puede visitar tanto por la mañana como por la tarde aunque el encanto de poder admirarlo con la puesta de sol es un regalo precioso.
Muy cerca, se encuentran otros destinos de interés como el Gran Palacio Real o el templo Wat Pho, con el famoso Buda reclinado con unas dimensiones que impresionan (46 metros de largo y 15 metros de alto). Pero lo que verdaderamente me impresionó de la ciudad de Bangkok es que a medida que callejeaba por sus calles, me seguía encontrando preciosos templos pequeñitos que no son conocidos pero que tienen un encanto especial.
Por la noche, después de un día de visitas por la ciudad, me pegué el capricho de poder cenar en Le Du, un restaurante considerado uno de los 50 mejores restaurantes de Asia en el año 2017, donde pude degustar comida tradicional tailandesa pero con un cambio de cara y una explosión de sabores. No hay palabras para describir esa experiencia. Mejor ir, probar y dejarte llevar por todos los sentidos para opinar.
Aún me quedaban energías para vivir la noche en la “Ciudad de los Ángeles”. ¿Qué podía hacer?. Entre las recomendaciones, podía tomar unas copas en un sitio tranquilo o ir de fiesta “canalla” por barrios de Bangkok, donde siempre las risas están aseguradas. Si, por el contrario, quería otro tipo de fiesta, también existía la posibilidad de ir a algún garito de moda como el famoso Maggie Choo’s, donde te adentras en un ambiente muy peculiar a la vez que agradable. La decisión que tomé me la guardo para mí.
No se puede ir nadie de Bangkok sin la experiencia de haber tenido la oportunidad de viajar con los reyes de la carretera, los famosos tuk-tuk, esas motos de tres ruedas donde la adrenalina se disparará de una manera directamente proporcional al conductor que te toque. Es una experiencia genial y si consigues coger uno por la noche al volver de fiesta para que te acerque al hotel, hay algunos que parecen discotecas con ruedas, con luces y música a todo volumen. Una gran experiencia que todo el mundo tiene que vivir.
Copyright 2015 BLUEROOM - Todos los derechos reservados - Aviso Legal - Politica de privacidad