Intacta, alejada de los circuitos turísticos tradicionales, oculta de las miradas especuladoras, auténtica. Así es Khanom, la pequeña ciudad costera, a medio camino entre Nakhon Si Thammarat y Surat Thani y justo enfrente de la archiconocida isla de Samui, en pleno Golfo de Tailandia.
Solo conocen esta zona los que la tienen que conocer, es decir, unos cuantos turistas tailandeses y algún que otro despistado con suerte que se equivocó de camino y acabó allí; el resto de su población está compuesta por 11.000 habitantes y un semáforo. La mayoría de los ciudadanos se dedican a la agricultura y la pesca y en cuanto al semáforo, no tiene mucho trabajo, salvo los bulliciosos y coloristas días de mercado.
La vida, por tanto, discurre muy tranquila en los nueve kilómetros de bahía y diversas playas casi vírgenes en la que los pescadores faenan a diario llevando sus capturas a los chiringuitos y a los pequeños hoteles que se dispersan a lo largo de la costa. Es un turismo incipiente, el de Khanom, que busca sobre todo una clientela tranquila y entregada a los placeres del entorno, a la naturaleza, a la vida por la vía lenta y, como pasa en toda Tailandia, a la buena gastronomía de productos frescos y naturales. No es por casualidad que la zona de Khanom, debido a la limpieza de sus aguas, proporcione la mayor parte del marisco que se consume en todo el país.
Como consecuencia de esto la zona guarda un gran secreto, es el hábitat de los delfines rosas, una especie en serio peligro de extinción, quedan unos 2.000 en todo el mundo, y que ha encontrado en Khanom su sitio, donde se asegura que hay unos 60 ejemplares y subiendo. Para verlos es imprescindible ir con un experto y el mejor es Lung Daeng (Khun Lee), todo un personaje local que conoce como nadie la zona y las costumbres de estos animales. De hecho, ha sido premiado en numerosas ocasiones por su labor desinteresada trabajando como voluntario en el Centro de Conservación de Recursos marinos y costeros, además de en su pequeña empresa, Khanom Fishing and tour. Embarcarse con él es una aventura desde el principio. Luan Daeng explica muy serio que estos delfines, que nacen grises y con el tiempo se vuelven rosas, han encontrado su lugar aquí por la limpieza de las aguas, un ecosistema sano y el cuidado que voluntarios y pescadores dispensan a diario plantando y manteniendo colonias de algas para alimento y hogar de desove de especies marinas.
La mejor hora para verlos es desde primeras horas de la mañana hasta el mediodía. Un sencillo barco de pescadores, o como alternativa un tradicional “long tail boat”, zarpa en su búsqueda con unos pocos turistas a bordo y siempre respetando unas normas básicas que incluyen no acercarse a menos de 50 metros o parar los motores en caso de que se acerquen ellos más de la cuenta. Lo cierto es que esto pasa con frecuencia debido a que los delfines no se sienten amenazados y juegan con sus crías muy cerca del ser humano.
Pero, además de los delfines rosas, que ya justifican por sí solos una visita a la zona, Khanom ofrece una naturaleza intacta donde practicar senderismo hasta Krung Ching, la mayor cascada del sur de Tailandia dentro del Parque Nacional de Khao Luang, o practicar kayak entre manglares, practicar buceo con tubo en las vecinas y deshabitadas islas de Tan y Raab admirando su impresionante barrera de coral, con miles de peces de colores o para los amantes de las estalactitas admirar la bellísima cueva de Khao Wang Thong.
Dentro de todo este ecosistema también hay lugar para el desarrollo turístico sensato y han comenzado a instalarse hoteles boutique concienciados con el entorno y cuya actividad se centra precisamente en la naturaleza y en la gastronomía, dos pilares fundamentales para la revolución sensible que comienza a acometer Khanom.
El Aava Resort es un ejemplo de ello. Propiedad de una encantadora y emprendedora pareja de finlandeses tiene 28 habitaciones cuya construcción está inspirada, como no podía ser de otra manera, en la arquitectura de su compatriota Alvar Aalto al cual le rinden homenaje en su preciado restaurante, del mismo nombre y en el cual rotan chefs de todo el mundo para ofrecer un abanico de posibilidades gastro de oriente a occidente. Sin olvidar una buena carta de vinos de todo el mundo. Ofrecen todas las comodidades, un magnífico spa, excursiones por la zona y un buenísimo servicio pendiente de cualquier necesidad.
Atte y Kati un día dejaron la belleza fría de Finlandia por la belleza cálida de Tailandia, apostaron todo lo que tenían para sacar este proyecto adelante, con mucho esfuerzo se hicieron un hueco en esta comunidad y hoy son, probablemente, el mejor hotel de la zona, ubicado en la preciosa playa de Nadan. Se les ve felices en Khanom, llenos de proyectos futuros, todos ellos desde el máximo respeto por la naturaleza, ya que son conscientes de que por ahí pasa el futuro de sus hijos.
Buena suerte Khanom, ahora es tu momento…
Cómo llegar
Khanom se encuentra entre dos aeropuertos, el de Surat Thani, al cual se puede volar con Thai Smile y el de Nakhon Si Thammarat al cual vuelan dos compañías de bajo coste; Airasia y Nok Air. Desde ambos el trayecto a Khanom por carretera es de aproximadamente una hora.
Textos: María Redondo
Artículo publicado en el suplemento Destinos de El Periódico de Catalunya en junio 2015
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