Alfredo Merino

 
Ahora que Cáritas nos confirma que la pobreza se hereda, entiendo lo que me pasó en ese momento inevitable que nos aborda en el límite de la adolescencia: saber qué iba a hacer. Lo que más me gustaba era viajar. Pero no a Benidorm (es lo que se llevaba entonces) sino más lejos. Y más difícil. Lugares como el Everest, el polo Norte y sitios así donde ver paisajes grandiosos, visitar lugares únicos, conocer personajes de altura, vivir aventuras sin cuento… (ya se sabe, la adolescencia te deja la cabeza espantosa). Es decir, me tiraba lo caro.
 
Es fácil deducir que mi herencia confirmó el informe de Caritas décadas antes de su publicación. No me resultó complicado solucionar aquel tan en apariencia irresoluble binomio, entre otras cosas porque tenía allí mismo el ejemplo de mi padre, fotógrafo y alpinista. Yo sería fotoperiodista y guía, razonable manera de ir a todos aquellos sitios sin gastarse un duro (el euro aún no había llegado), es más, cobrando por ello. Y así ando, cuarenta años después, dejándome llevar por una elección que me ha hecho conocer un montón de redacciones y muchos más países. Es cierto que en estos tiempos feroces pagan tan mal y es tan difícil conseguir ir a sitios que realmente merezcan la pena, que, si lo piensas un poco, no compensa escribir una línea ni apretar el disparador una sola vez, pero a estas alturas como que me da pereza cambiar.
 
Alfredo Merino
 
Fotoperiodista, escritor y guía de montaña especializado en lugares extremos. Ha publicado más de 8.000 reportajes, una veintena de exposiciones fotográficas (entre ellas en el Festival de Arlés) y ha realizado más de 25 expediciones a lugares extremos del planeta, a lo largo de 40 años de profesión. En la actualidad trabaja como freelance para diferentes medios de España, Francia y Bélgica, y uno de los rincones que más le fascina del mundo es Indochina.