Bangkok es bullicio, es caos, es ajetreo, es todo lo que no es Samut Songkhram, una provincia cercana que cada día se está haciendo un mayor hueco en los planes de los viajeros que deciden visitar una Tailandia más natural.
A unos 90 kilómetros de la capital, en torno a una hora y media por carretera, se llega a este destino perfecto para excursiones de un día que, por el momento, es más conocido por sus mercados flotantes como Damnoen Saduak o Amphawa. Pero los paseos en barco por los canales o klongs pueden ir más allá de una visita en la que comprar comida, recuerdos, hacerse una foto con una serpiente o, incluso, echarse la siesta.
Es en el río Mae Klong y en la pequeña comunidad de pescadores Klong Khone donde se encuentra lo último en el concepto de ecoturismo, las casas Krateng. Aún es difícil encontrar este tipo de excursiones ya que es una escapada típica para los thais domingueros de Bangkok, así como para grupos de universitarios o actividades de empresas. Pero con el paso del tiempo se está empezando a comercializar y de vez en cuando aparece por aquella zona algún que otro turista extranjero.
El recorrido de la excursión en long tailed boat comienza atravesando una zona de manglares. Brisa, agua… todo para refrescarse en mitad de la naturaleza más exuberante. En un punto del viaje se ensancha el río, en su llegada hacia la desembocadura donde se crea el estuario con el Golfo de Tailandia. Y es ahí, en ese espacio en el que la jungla queda un poco lejos de la barca, cuando el guía comienza a gritar y a hacer distintos ruidos. Y de repente, a lo lejos empiezan a aparecer docenas de monos, los populares macacos de Asia, que comienzan a acercarse a la lancha. Cuando están a pocos metros de distancia comienza el festín. El guía saca un par de bolsas a rebosar de mini bananas y las empieza a lanzar. Es un momento que mezcla diversión y riesgo, según los gustos y las fobias de cada uno. Los monos son tan atrevidos, intrépidos, simpáticos… o como cada uno lo quiera llamar, que no dudan en zambullirse en el agua y hasta bucear para alcanzar uno de los manjares amarillos. Esta comilona está al alcance de todos y no es raro encontrarse a mamás que llevan a sus pequeñas crías colgando en el pecho o en la espalda y que disfrutan igualmente de los plátanos. Una vez terminada la comida, reposan sentados en las maderas como modelos para todas las fotos que les quieran sacar.
Una vez terminado el momento más animal y salvaje, el long tailed boat continúa su trayecto adentrándose en las aguas. En pocos minutos comienzan a divisarse estructuras sobre el mar, unas casas sobre vigas de madera en mitad del agua. Esas son, ahí están las casas Krateng, el hogar de los pescadores, donde pueden descansar tras largas jornadas de trabajo al sol.
Y cercanas a estas edificaciones se han construido los criaderos de moluscos y maricos, principalmente mejillones y ostras. Las estructuras sorprenden a cualquier visitante. Mayas interminables desde las que cuelgan cuerdas con pequeños bloques de cemento (las ostras necesitan un material rugoso como el cemento para adherirse) y miles y miles de conchas. Es posible acercarse hasta ellas e incluso probar el manjar al natural.
Pero más allá de las granjas, los pescadores se encuentran en el estuario buscando diferentes mariscos. Los dos más destacados son los berberechos y los cangrejos. Los primeros necesitan mucha humedad sin llegar a estar inundados. Los pescadores, sobre una especie de trineo en el barro, van arrastrándose con las manos y recogiendo este marisco. Por su parte, conseguir los cangrejos tiene más enjundia. Los pescadores colocan trampas en el fondo para que se metan. La trampa es sencilla, consiste en un tubo ancho de modo que el cangrejo lo vea como un buen escondite. Después, el pescador que ubica a la perfección dónde están sus trampas, se sumerge, coge el tubo tapándolo por ambos lados y una vez arriba saca su pieza para después volver a sumergirse y colocar la trampa.
Tanto la recogida de berberechos como de cangrejos se realiza en pleno sol, por lo que protegerse la piel es más que importante. Y esto conlleva que, además del típico sombrero tailandés, los pescadores se enfunden pasamontañas en la cabeza para que únicamente los ojos, los orificios de la nariz y la boca queden al descubierto.
Para terminar, esta excursión hace una pausa para comer en una de las casas krateng. A la sombra, al aire libre, con un paisaje único del estuario y con una comida basada en pescado y marisco se puede despedir bien a gusto la visita de esta comunidad.
En esta zona también se pueden realizar otras actividades como plantar manglares (muchos fueron cortados para crear las granjas y ahora se está apostando por la reforestación) y deportes acuáticos, similares al wake board con una tabla en los pies y remolcado por una embarcación.
Pincha aquí para ver un vídeo y conocer un poco más de cerca las casas krateng, su filosofía y su gente!
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