Yaowarat, de día y de noche

Todo buen viajero que se preste dedica un día (o al menos una mañana o una tarde) a conocer el barrio chino de la ciudad que visita. Unos son más famosos que otros y, por supuesto, una ciudad como Bangkok no podía prescindir del suyo. Y nada pequeño. Más bien grande. Y muy chino.

Este barrio se encuentra cerca de la zona antigua, o del centro más histórico, por lo que llegar con transporte público es complicado. La mejor opción es el tuk tuk. Aunque diciendo «chainataun» pueden entenderte, es mejor indicarles el nombre de la calle principal (al fin y al cabo son taxistas). Y ese nombre es Yaowarat.

Una vez que te bajes en esta calle ya solo queda pasear y contemplar. E hidratarse si hace calor.

Caminando se encuentra una fusión explosiva de olores de distintas comidas de restaurantes a pie de calle, mezclado con los puestos callejeros; y a su vez una composición de colores, desde el naranja y el verde del Seven Eleven hasta el rojo pasión que resalta el dorado (doradísimo) de la cantidad de oro que se percibe a cada paso en la infinidad de joyerías de la calle. Y también dibujos o, mejor dicho, letras. Letras que parecen dibujos mezclando la caligrafía tailandesa con la china. Simplemente, otro mundo.

Como inciso, y retomando el oro, es importante destacar que este barrio acoge uno de los templos principales de la ciudad, el Wat Traimit. En él se aloja una gran figura de buda de oro de 5 toneladas.

El día en el barrio es ajetreado, muchos comercios, mucha venta ambulante de lotería, mucho tráfico. Pero paseando y callejeando se pueden encontrar remansos de paz. Algunos templos escondidos en callejuelas que parece que no tienen salida y que, de repente, se abren a una placita con un pequeño templo frente al que varias personas practican taichí. Ese es uno de los momentos que mejor reflejan esa dualidad de Bangkok, ese carácter de géminis con dos caras que a veces te embulle en un trajín abrumador y que dos pasos más allá te tranquiliza con suaves y controlados movimientos de este deporte.

Y la noche se dedica al paladar. Una vez los cierres de las tiendas están bajados, solo queda la calle. Poco a poco se alumbran puestos y puestos, y aparece una manta de mesas y sillas de plástico junto a ellos. Y es en la calle donde mejor se cena. Con un euro basta para darse por saciado con uno de los platos. Realmente lo difícil será cuál elegir. Y como añadido, espectáculo durante la cena porque algunos cocineros montan shows a cada receta que hacen.

En resumen, un barrio para conocerlo, y saborearlo, tanto de día como de noche.